Skip to main content

Resiliencia en el tablero: la historia de una campeona de ajedrez no vidente en el exilio

Escrito por Karina Fonseca Vindas y Rodolfo González Ulloa, del Servicio Jesuita para Migrantes Costa Rica
Resiliencia en el tablero: la historia de una campeona de ajedrez no vidente en el exilio

En 2004, la Compañía de Jesús en Centroamérica fundó el Servicio Jesuita para Migrantes Costa Rica (SJM-CR) para apoyar a las personas migrantes que llegaban al país. Desde entonces, la organización se ha dedicado a brindar asistencia humanitaria y acompañamiento socio-jurídico y sanitario, impactando significativamente en la vida de esta población vulnerable.

 

Ay, Nicaragua, Nicaragüita


Durante décadas, el SJM-CR ha acompañado a la población nicaragüense que se ha establecido en Costa Rica, primero debido a la guerra y la pobreza, y más recientemente por la consolidación de un régimen dictatorial que vulnera los derechos humanos. En 2018, la represión de las protestas contra reformas injustas dejó 351 víctimas mortales, en su mayoría jóvenes. Desde entonces, la crisis se ha agravado, forzando a cerca de un millón de personas a migrar. Organismos internacionales acusan al régimen de Ortega de crímenes de lesa humanidad, incluyendo ejecuciones, tortura, persecuciones y desapariciones forzadas.

 

Gambito de dama: la historia de Maritza Raquel Castellón


El pueblo nicaragüense está rebosante de mujeres valientes que, contra todo pronóstico, salen adelante y viven en resistencia por la recuperación de la democracia en su país.

Maritza Raquel Castellón nació en Managua hace 47 años y es una de esas “enemigas” de la dictadura. Creció con su madre y cinco hermanos, y cuando contaba un solo mes de vida sufrió un accidente doméstico que le provocó ceguera irreversible.  A los once años logró ingresar a un centro donde pudo aprender a leer en sistema braille, caminar con bastón y utilizar el ordenador. Eso le permitió asistir al colegio, y más tarde a la Universidad. Tras comenzar estudios de periodismo, se formó como fisioterapeuta.

Años más tarde su marido le enseñó a jugar ajedrez y sin proponérselo, empezó una trayectoria como ajedrecista paralímpica en su natal Nicaragua, hasta convertirse en campeona nacional. Al tiempo que destacaba en el deporte, trabajaba como periodista en Radio Éxito. Sin embargo, con la crisis política que vivía su país, el régimen orteguista cerró esta emisora de radio y también la instancia gubernamental en la que Maritza colaboraba con atletas paralímpicos. 

La familia al completo participaba en las marchas contra el gobierno, hasta que su hijo de 17 años fue secuestrado durante 3 meses y su hija de 14 años, retenida durante dos días. Cuando los recuperaron, la iglesia les ayudó a esconderlos. Luego se instalaron en un rancho en el campo, pero pronto el gobierno averiguo su paradero, motivo por el que huyeron a Costa Rica.

Maritza y su familia se vieron, de un día para el otro, en un país totalmente desconocido, sin equipaje, sin documentos y sin dinero. Sus hijos trabajan en la construcción, con salarios precarios que alcanzan para pagar la casa en la que viven. A veces eso limita la compra de alimentos y, en muchas ocasiones, solo han podido tener un tiempo de comida al día.  A pesar de todas las dificultades, Maritza no ha abandonado su gran pasión por el ajedrez y, recientemente, ha sido nombrada vicepresidenta de la Asociación de Ajedrecistas, a nivel nacional. A ella le ha tocado organizar torneos virtuales y presenciales, en los cuales también suele participar como jugadora. 

Hace un par de años fue campeona nacional, pero no pudo recibir el título por carecer encontrarse en situación irregular en Costa Rica. Cuando por fin fue reconocida como refugiada por el Estado costarricense, la federación de ajedrecistas le entregó el trofeo, pero se negó a darle el título, por no ser nacional. Una muestra de cómo aún hay mucho trabajo por hacer en Costa Rica para hacer frente a prácticas de rechazo, discriminación y xenofobia.

Maritza carga con obstáculos y desarraigos sobre su espalda, pero también es experta en revertir malos pronósticos y nunca ha dejado de soñar. Es una mujer refugiada que sueña con el reconocimiento de sus títulos de ajedrez en Costa Rica. Es una mujer trabajadora que sueña con comprar un terrenito, y no tener más pesadillas con el pago de casa: que se acabe eso de dejar de comer para poder tener dinero con qué pagar el alquiler, afirma con contundencia.  

Tantos sueños habitan en la mente privilegiada de esta ajedrista profesional, pero queda uno que no quiere dejar de mencionar, el que tiene como madre: que su hijo menor logre entrar a la universidad.  Paradójico que lo diga una mujer que puede dar cátedra, a cualquier persona que tenga al frente. 

Soñar es de valientes y Maritza es buen ejemplo de ello. Maestra de pies a cabeza. Una verdadera soñadora en resistencia.