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Historias que cruzan la línea entre Colombia y Venezuela

En la frontera que divide Colombia y Venezuela, personas migrantes de todas las edades buscan nuevas oportunidades y reencuentros.
En la frontera que divide Colombia y Venezuela, personas migrantes de todas las edades buscan nuevas oportunidades y reencuentros.

Gerson Cárdenas conoce de cerca el pulso de la frontera. Como coordinador territorial del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Arauca, Colombia, lidera un equipo que acompaña a personas migrantes, refugiadas, retornadas y comunidades locales. Esta región fronteriza es un espacio donde las historias se cruzan: familias que buscan reunirse, personas que llegan en busca de seguridad y quienes se quedan para construir un nuevo hogar. Es un contexto migratorio complejo, bien por los problemas estructurales de los dos países, como por el conflicto armado en Colombia, por la convulsión política de Venezuela, y por el cambio climático regional y global.

Desde 2014, Gerson ha trabajado en contextos de movilidad humana, observando cómo las rutas migratorias han cambiado. Antes de la pandemia, el flujo de personas era constante, buscando llegar a países como Perú, Ecuador, Argentina o incluso Estados Unidos. Hoy, las personas siguen migrando, pero muchas han encontrado en Colombia un lugar para quedarse.

 

Escuchar y orientar


El equipo del JRS en Arauca ofrece apoyo integral: orientación jurídica, acompañamiento psicosocial y acceso a servicios básicos. Gerson destaca la importancia de la coordinación entre organizaciones. «Cada entidad aporta algo único. Desde el JRS escuchamos, orientamos y conectamos a las personas con quienes pueden ayudarles mejor».

Sin embargo, el trabajo no está exento de desafíos. «Hay días en que llegan muchas personas buscando ayuda, y otros en que el flujo es mínimo. Pero siempre estamos preparados para ofrecer apoyo», explica Gerson. La frontera no es solo un espacio de tránsito; para muchas personas es un lugar de nuevas oportunidades.

Y cuando le preguntamos el perfil de quienes llegan, la respuesta no se hace esperar: «En este momento llegan familias. En un primer instante salió el esposo o la mamá, que dejó atrás a su prole. Después, viendo que la situación sigue siendo muy difícil en su país de origen, deciden venir con hijas e hijos para brindarles una mejor calidad de vida. También llegan hombres solos o mujeres que son cabezas de hogar que llevan también a la abuela, al abuelo, en situaciones de salud bastante difíciles. Las mujeres vienen siempre en situaciones más vulnerables y con mayor carga emocional. Y vemos también menores no acompañados, que llegan a la frontera buscando a sus padres y madres, que migraron hace años. Esos casos son muy frustrantes».

 

Voces en la frontera


María, una joven venezolana, llegó a Arauca buscando a su hermano, quien había migrado meses antes. «No sabía si lo iba a encontrar, pero el apoyo del JRS me dio la orientación que necesitaba para buscarlo de manera segura», recuerda.

José y Luisa, una pareja colombiana que había vivido en Venezuela por años, regresaron debido a la crisis económica. «Nos sentimos perdidos al llegar. Pero aquí encontramos personas que nos escucharon y nos guiaron para empezar de nuevo», comparten con gratitud.

Gerson y su equipo saben que cada historia es única y que, aunque las rutas migratorias puedan ser inciertas, siempre hay espacio para la esperanza.

«No se trata solo de cruzar una línea geográfica. Es un viaje hacia la seguridad, hacia el reencuentro y, en muchos casos, hacia una nueva vida», reflexiona Gerson. En Arauca, el JRS sigue comprometido en acompañar a quienes buscan un nuevo comienzo.