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COP30 cierra con un paquete de acuerdos clave, a pesar de un contexto geopolítico muy complicado

OP30 cierra con un paquete de acuerdos clave

La cumbre climática celebrada en Belém ha dejado resultados relevantes, incluso en lo que muchos consideran el momento más tenso para el Acuerdo de París desde su firma. Aun así, las negociaciones culminaron con un ambicioso paquete de decisiones que apuntan a reforzar el multilateralismo climático, acercarlo a la gente y acelerar su ejecución.
 

Una hoja de ruta marcada por la colaboración

Uno de los aspectos más destacables ha sido el liderazgo del país anfitrión —Brasil— a la hora de impulsar un debate global sobre el futuro de los combustibles fósiles. Aunque no hubo consenso para un compromiso vinculante, la presidencia de COP30 ha anunciado la elaboración de dos “hojas de ruta”: una para la transición hacia economías libres de combustibles fósiles de forma justa y equitativa, y otra para frenar y revertir la deforestación. 
 

Decisiones con impacto social, climático y tecnológico

El paquete acordado incluye medidas concretas para reforzar el Acuerdo de París, no solo en emisiones, sino también en adaptación al cambio climático, financiación, transferencia de tecnología y construcción de capacidades en países en desarrollo. 

Además, la COP30 otorgó una relevancia inédita a la justicia climática y a la inclusión, reconociendo derechos de mujeres, pueblos indígenas y comunidades afrodescendientes, y dando espacio también a gobiernos locales como actores fundamentales en la implementación.
 

Un cambio de etapa: del discurso a la acción global

Tal vez el resultado más simbólico de esta edición haya sido el llamado histórico a un “mutirão” global —es decir, un esfuerzo colectivo mundial— contra el cambio climático. Con casi 200 países apoyando, la COP30 marca un punto de inflexión: deja atrás una era dominada por negociaciones largas y complejas, para entrar en una fase donde la urgencia demanda transformaciones reales en sociedades y economías. 

Bajo ese paraguas, se puso en marcha un Acelerador Global de Implementación, diseñado para priorizar medidas de alto impacto como la reducción de metano, soluciones basadas en la naturaleza, energías renovables y modernización de sistemas financieros y tecnológicos. 

También se acordó triplicar los fondos destinados a ayudar a los países más vulnerables a adaptarse a los impactos del cambio climático —una señal de solidaridad con quienes menos han contribuido a la crisis, pero más la sufren.
 

Entre esperanzas y advertencias

Pese a los avances, el resultado ha generado críticas: muchos consideran que la falta de compromisos firmes para abandonar los combustibles fósiles y frenar la deforestación deja el acuerdo por debajo de lo que exige la urgencia climática. 

Pero quienes defienden el nuevo rumbo sostienen que este paquete marca un nuevo punto de partida realista: más cooperación internacional, inclusión social, herramientas técnicas y una hoja de ruta clara hacia una transición justa.