Cuando la educación se convierte en refugio

Las rutas migratorias en América Latina están cambiando. Mientras miles de personas buscan un lugar seguro donde reconstruir su vida, organizaciones como el JRS, con el apoyo de Alboan, acompañan su camino con un mensaje claro: la educación salva vidas.
Un continente en movimiento
«Pensamos que el norte era el destino», dice Mariana, una mujer venezolana que hoy vive en Quito con sus dos hijos. «Pero el norte se cerró, y tuvimos que volver atrás. Volver a empezar.»
Como Mariana, miles de personas están experimentando una nueva realidad en América Latina. Las políticas migratorias más restrictivas desde el norte del continente han frenado el avance hacia Estados Unidos, provocando un flujo migratorio inverso. Cada vez más personas llegan a Ecuador, Perú o Colombia, buscando un refugio temporal o una nueva oportunidad.
A estos movimientos se suman los conflictos internos en países como Colombia y Ecuador, que impulsan el desplazamiento forzado dentro de sus propias fronteras. En las zonas limítrofes —entre Ecuador y Colombia, Colombia y Venezuela, o Ecuador y Perú— crece la llamada migración pendular, donde familias cruzan diariamente las fronteras para comerciar o sobrevivir, muchas veces en condiciones precarias.
Entre fronteras y caminos invisibles
En medio de esta realidad, la población haitiana sigue buscando horizontes. Muchos se asientan temporalmente en países de tránsito como Ecuador o México, donde el acceso a derechos y servicios básicos es limitado. Aunque el paso por el Tapón del Darién ha disminuido, miles de personas se han quedado en puntos intermedios, atrapadas entre el sueño y la supervivencia.
Allí, sin papeles, sin vivienda estable y sin acceso a servicios, la vida se vuelve un acto de resistencia. La criminalización de la migración, la violencia de género, y el riesgo de reclutamiento de menores por grupos armados agravan una crisis humanitaria silenciosa.
Organizaciones que no se rinden
Frente a este panorama, la labor del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) se vuelve esencial. A pesar de la reducción de fondos internacionales y el cierre de oficinas por falta de financiación, el JRS continúa acompañando a las comunidades más vulnerables.
«Cuando una niña o un niño recupera la sonrisa en un aula, sabemos que vale la pena seguir», comenta Juanita Bedoya JRS, Especialista Regional de Educación del JRS para América Latina y el Caribe. Su misión, apoyada por Alboan, se centra en garantizar el acceso a la educación, tanto formal como no formal, para niños, niñas y adolescentes en situación de movilidad.
Educación que protege y transforma
El JRS trabaja junto a docentes, familias y comunidades para que la escuela sea más que un espacio de aprendizaje: sea un refugio.
Juanita declara que “promovemos espacios de aprendizaje seguros, espacios amigables para la niñez, para que las niñas y niños tengan en el nivel comunitario oportunidades de aprendizaje y para que puedan desarrollar sus habilidades físicas, emocionales, cognitivas”.
«Tenemos también procesos de formación con docentes y agentes educativos para que puedan considerar un enfoque de género, étnico y de migración en el aula educativa. Estamos promoviendo estos procesos de educación para la empleabilidad y para el emprendimiento que nos permiten mitigar las barreras de acceso a la educación y también promover la permanencia educativa. Y esa permanencia la promovemos entregando ayudas como uniformes, útiles escolares, material pedagógico, ayuda en los transportes y matrículas».
En el ámbito no formal, crean espacios de aprendizaje seguros en parroquias, comunidades o centros pastorales. Allí, niños y niñas desarrollan habilidades para la vida, recuperan rutinas y reconstruyen su bienestar emocional a través del juego y la convivencia.
Son lugares donde la comunidad se encuentra, se apoya y se reconstruye.
La educación salva vidas
En contextos de crisis humanitaria y desplazamiento forzado, la educación no es un lujo: es una forma de protección y esperanza.
«La educación sí salva vidas, la educación es transformadora, la educación permite acceder a otros derechos. Y permite la posibilidad de desarrollarse plenamente física, cognitiva, emocionalmente, de construir comunidad. A partir de la educación podemos avanzar hacia comunidades más inclusivas, más reconciliadas», concluye Juanita.
Mariana lo resume con una sonrisa: «Mis hijos vuelven del colegio y me cuentan lo que aprendieron. En medio de todo, eso me da fuerza para seguir.»
Más allá de la emergencia
El enfoque del JRS, con el apoyo de Alboan, va más allá de responder a la urgencia. Busca reconciliar, reconstruir y fortalecer.
Porque acompañar a las personas en movimiento no solo significa brindar ayuda humanitaria, sino apostar por su futuro. Y en ese futuro, la educación es el primer paso hacia la dignidad.