Pasar al contenido principal

Corrupción, Gobernanza y Desarrollo

La Organización ‘Transparencia Internacional’, una coalición de ONGs de desarrollo presente en más de 100 países cuyo secretariado se localiza en Berlín, trabaja para lograr un mundo en que los gobiernos, las empresas, la sociedad civil y la vida cotidiana de los ciudadanos esté libre de corrupción, en que el poder delegado no se utilice abusivamente en beneficio privado.

Actualización: puedes encontrar en este enlace el "Índice Percibido de Corrupción" correspondiente a 2016.

Transparencia Internacional acaba de publicar el ‘Índice percibido de Corrupción’ correspondiente a 2012, en el que España escala un puesto desde el anterior ranking ocupando el trigésimo del planeta con menor percepción de corrupción. Mientras Somalia, Corea del Norte y Afganistán son los países percibidos como más corruptos del mundo, Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda se sitúan a la cabeza como los de percepción más transparente. Aunque el vocablo ‘percepción’, relativiza notoriamente las conclusiones sobre los países analizados, cuya lista no alcanza a la totalidad del planeta, el catálogo de este movimiento civil global nos ofrece pautas de reflexión de incuestionable importancia: solo un tercio de los 176 países analizados obtiene el aprobado, y dentro de la Unión Europea, España figura en mitad de la tabla con 65 puntos por debajo de Austria e Irlanda y por encima de Estonia y Portugal. A la cola del furgón está Grecia con 36 enteros. China marca el número 80 con 39 puntos y Rusia el 133 con 28.

Notoriamente, en relación a la Eurozona, el informe advierte que entre los países que obtuvieron resultados insatisfactorios en la clasificación se hallan "aquellas naciones que se han visto afectadas de forma más grave por la crisis económica y financiera". En general, los niveles de corrupción de un país parecen estar estrechamente relacionados con su estabilidad económica. Si esto fuera así la batalla por la corrupción –un fin en si mismo- no solamente constituiría una necesidad moral sino que sería técnicamente repudiable dado su impacto directo en la trayectoria de la fortaleza política y económica del país.

La corrupción no es sino uno de los desagües en el sumidero general de una mala gobernanza. Mientras por ‘gobierno’ entendemos el mero acto de mandar con autoridad o regir algo, la gobernanza persigue un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado y la sociedad civil en el que ambos respetan, en democracia, las Instituciones que los representan.

El Banco Mundial, con una metodología rigurosa analiza la Gobernanza de los países bajo seis indicadores básicos:

  1. La voz y rendición de cuentas, medida en la capacidad de los ciudadanos para participar en la elección de su gobierno, así como la libertad de expresión, de asociación y de prensa.
  2. La probabilidad de que el gobierno esté sujeto a actos de desestabilización a través de medios inconstitucionales o violentos.
  3. La calidad de los servicios públicos y su independencia de las presiones políticas.
  4. El espacio institucional para promover el desarrollo del sector privado.
  5. El estado de derecho: la confianza de los agentes en las reglas sociales y su nivel de acatamiento, en la prevalencia de los derechos de propiedad y el desempeño de la policía y los tribunales.
  6. Finalmente, el nivel de la corrupción, la medida en que se ejerce el poder público en beneficio privado, esa lacra pavorosa que destruye, en mayor o menor grado, a un país desde sus propias entrañas. En los últimos indicadores de Gobernanza publicados por el Banco Mundial España ha registrado un retroceso en la totalidad de los seis atributos monitorizados. En cinco de ellos cumple en el tramo bajo de los percentiles del 75 al 100% (excepto el segundo que señala un 50%).

Nuevamente las enseñanzas del estudio son impactantes. En el conjunto de países analizados, la nivel de transparencia y el control de la corrupción se correlacionan en un 79%. Por otra parte, la competividad global se correlaciona por encima del 80% con la aplicación del estado de derecho, la calidad regulatoria y el control de la corrupción. El llamado ‘dividendo de desarrollo de mejoras en gobernanza’ estima en un 300% las mejoras en renta per capita de la escalada en el criterio de ‘estado de derecho’. Rentas entre 300 y 500 $/año para un índice muy bajo, alrededor de los 3000$/año para un indice medio y superior a los 30.000$/año para un índice alto.

La corrupción es un síntoma de una enfermedad más extendida: el fracaso de las instituciones cuyo resultado es una deficiente gestión de los recursos públicos, camuflada en políticas y prácticas gubernamentales cínicas, espurias o simplemente ilegales. El foco está en una buena gobernanza y en el sentido de responsabilidad colectiva.

Existen además en Occidente otras formas sutiles y legales de corrupción. Una literatura creciente asocia importantes déficits de gobernanza a la apropiación de espacios democráticos –configuración de leyes o políticas sesgadas- por parte de lobbys, fundamentalmente de las empresas transnacionales y del mundo de las finanzas. Recuérdese el escándalo de la manipulación del libor londinenese, un índice que determina anualmente los tipos de interés de préstamos e inversiones del orden de 800 billones de dólares. El Foro de Davos destaca una incidencia creciente de este tipo de prácticas perversas desde el año 2004.

En la presentación del informe de Transparencia internacional en España el patrono vitalicio del capítulo español de la ONG, Antonio Garrigues, señaló que la única manera de superar la lacra de la corrupción es "establecer la transparencia como una obligación absoluta de las instituciones y como un derecho absoluto de los ciudadanos". ‘Transparencia Internacional’ llama a nuestro país a acelerar la futura Ley del mismo nombre, que aunque incompleta y llena de imperfecciones, se orienta a aumentar los índices de transparencia, recordando que España es el único país de Europa occidental sin una norma de estas características.

Pero obviamente queda un cúmulo de cosas más por hacer.