Pasar al contenido principal

Tragedia en la isla de El Hierro: un cayuco, decenas de sueños rotos

Tragedia en la isla de El Hierro: un cayuco, decenas de sueños rotos

Era temprano por la mañana cuando un cayuco sobrecargado con más de cien personas se acercaba a las costas de El Hierro. Se habían aventurado con la esperanza de una vida mejor, pero el mar les arrebató la oportunidad justo cuando estaban a punto de alcanzarla. El cayuco volcó, y a tan solo cinco metros de la tierra firme.

Siete mujeres, tres de ellas apenas niñas de cinco y dieciséis años, no lograron sobrevivir. Entre gritos y desesperación, un bebé desapareció en las olas. Otras dos pequeñas fueron rescatadas con vida, aunque gravemente heridas, y ahora luchan por sobrevivir en un hospital de Tenerife.

La embarcación había sido detectada a seis millas de la isla. Salvamento Marítimo los escoltó hasta el puerto de La Restinga. Pero justo cuando el rescate parecía terminar, la embarcación se ladeó y cayeron al agua, a escasos cinco metros de la orilla.

Buzos, Cruz Roja, Guardia Civil… todos los efectivos se lanzaron a rescatar a quienes aún flotaban. Aros salvavidas, manos tendidas, miradas de desesperación. Pero no todas volvieron.

Se investiga si este cayuco era el mismo que partió de Guinea Conakry hace diez días, con más de 150 personas a bordo, la mayoría de ellas guineanas y senegalesas. Hoy, lo único que queda claro es el dolor de las familias y el clamor por justicia y solidaridad.

 

El clamor por la solidaridad


Cada día, miles de personas como las que han naufragado hoy en la isla de El Hierro, emprenden viajes desesperados en busca de refugio y esperanza. Pero mientras estas vidas se juegan a cada brazada en aguas peligrosas o cruzando peligrosísimos corredores como la Selva del Darién, asistimos a un inquietante retroceso en la solidaridad que antaño definía nuestra humanidad compartida.

La creciente insolidaridad en ciertos ámbitos políticos de Europa y Estados Unidos hacia quienes llegan huyendo del hambre, la violencia y la miseria, es un eco alarmante de las políticas de recortes que erosionan la ayuda humanitaria y la cooperación internacional. Gobiernos como el de Estados Unidos han dado la espalda a quienes más lo necesitan, recortando fondos y recursos que podrían significar la diferencia entre la vida y la muerte.

Las muertes en el Atlántico no son accidentes. Son el resultado directo de la falta de vías seguras, de la indiferencia ante los derechos humanos y de la decisión política de blindar fronteras mientras se cierran los ojos a la tragedia.

Revertir esta crisis es posible

  • Crear vías legales y seguras que permitan a las personas migrar sin poner sus vidas en manos de mafias.
  • Cooperar con los países de origen y tránsito, fortaleciendo el desarrollo y la lucha contra la trata de personas.
  • Aumentar recursos para la búsqueda, el rescate y la acogida digna, especialmente para mujeres y niñas y niños.
  • Establecer sistemas de reparto justos y obligatorios que alivien a las regiones fronterizas y garanticen una acogida humana.

 

Ninguna mujer forzada a abandonar su hogar.

 

La solidaridad no es un eslogan: es una responsabilidad compartida


Cuando líderes políticos anteponen muros y recortes a la compasión, niegan la dignidad y el derecho a la vida de miles de seres humanos. Cada vida perdida en el mar es un fracaso colectivo que nos interpela a todas las personas.

La memoria de las víctimas en La Restinga y tantos otros naufragios nos exige un cambio real. Es hora de reemplazar la retórica vacía por acciones concretas.

La tragedia de El Hierro nos recuerda, con profundo dolor, las consecuencias de la desigualdad que persiste en nuestro mundo. Desde Alboan, reafirmamos nuestro compromiso con un mundo más justo y humano. Hacemos un llamado urgente a la comunidad internacional, a los gobiernos, a las instituciones y a toda la ciudadanía: no podemos permanecer indiferentes. Hoy más que nunca es imprescindible actuar con humanidad, solidaridad y responsabilidad.