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La invisibilización de las mujeres migrantes: historias de vida atrapadas en el estigma

Las mujeres migrantes enfrentan violencias invisibilizadas y discriminación sistémica que vulnera su dignidad y derechos, exacerbando su situación de vulnerabilidad en sus destinos
La invisibilización de las mujeres migrantes: historias de vida atrapadas en el estigma

Cada proceso migratorio es único. Si bien existen patrones compartidos —la salida forzada, el miedo a lo desconocido, la superación de peligros y el anhelo de un futuro mejor—, cada mujer tiene una experiencia distinta que la moldea y define su camino. 
 

Cada fase de este tránsito, entre el desarraigo y la esperanza, impacta de forma profunda en quienes lo viven. Sin embargo, al llegar a destino, esta diversidad de historias y experiencias queda a menudo homogenizada bajo la etiqueta "migrante", un término que generaliza, clasifica y a menudo invisibiliza las identidades y vivencias singulares de las mujeres

No importa si se trata de solicitantes de asilo, refugiadas o personas en situación administrativa irregular: a menudo se enfrentan a un sistema que las clasifica como un grupo homogéneo, negándoles la complejidad de su identidad y la legitimidad de sus luchas. Este encasillamiento no solo borra sus historias personales, sino que también allana el terreno para múltiples violencias, tanto visibles como invisibles.

 

Violencias específicas contra las mujeres en situación administrativa irregular


Para las mujeres que llegan en situación administrativa irregular, el riesgo de sufrir vulneraciones de derechos humanos aumenta de manera alarmante. La irregularidad administrativa se convierte en una barrera que las margina del sistema, negándoles el acceso a derechos básicos como el empadronamiento, el acceso a una vivienda digna, la atención sanitaria o el derecho a un trabajo justo. 

Esta exclusión sistemática las coloca en una situación de extrema vulnerabilidad, donde cada paso hacia la integración social y económica se convierte en un desafío insuperable.

Estar fuera del sistema supone no tener acceso a existir en los registros, a la protección de la ley o a la posibilidad de solicitar ayuda sin temor a ser deportadas. La imposibilidad de acceder a estos derechos básicos perpetúa un racismo institucional que las expone a constantes discriminaciones y a la violencia social.

Este racismo se intersecta con la violencia de género, generando un impacto desproporcionado en las mujeres migrantes, quienes, además de enfrentar las dificultades de adaptación en un país nuevo, deben soportar el peso de un sistema que a menudo las ve como una carga antes que como ciudadanas con derechos.

 

Ninguna mujer forzada a abandonar su hogar.

 

Racismo institucional y género: un doble golpe de exclusión


La confluencia de las experiencias de ser migrante y mujer genera una intersección particularmente dolorosa de discriminación. Las mujeres migrantes en situación irregular sufren la invisibilización de su existencia y, a la vez, enfrentan una violencia de género que se entrelaza con el racismo.

En muchas ocasiones las mujeres enfrentan el desprecio de instituciones que, al no reconocerlas como ciudadanas, las relegan a la invisibilidad. Esta invisibilización permea todos los ámbitos de su vida, limitando su acceso a servicios básicos y condicionando su capacidad para romper el ciclo de violencia, ya sea institucional, cultural o directa.

El racismo institucional se manifiesta de múltiples formas, desde la negación del acceso a recursos hasta la criminalización de su mera existencia. Esta discriminación sistemática fortalece una estructura de exclusión y vulnerabilidad en la que las mujeres migrantes quedan atrapadas, sin alternativas claras para mejorar sus condiciones de vida.

 

Resiliencia y esperanza


A pesar de los obstáculos, muchas mujeres migrantes encuentran la fuerza para seguir adelante, buscando oportunidades de vida en un contexto que no siempre las acoge. Como nos cuenta Matilda Noriega, una mujer migrante de Guatemala: «Una de las cosas más importantes es tener vida. [...] Es difícil, claro que es difícil, pero no sé qué hubiera sido de mí si me hubiera arriesgado a volver a mi país. Quizás ahora no estaríamos charlando. Agradezco eso, el poder estar con vida».

La violencia contra las mujeres migrantes no es solo una cuestión de derechos humanos, sino un problema estructural que debe abordarse desde un enfoque inclusivo y humanitario. Necesitamos repensar el sistema desde la empatía, la acogida y la solidaridad, permitiendo que estas mujeres sean reconocidas y tratadas no solo como migrantes, sino como personas con derechos, historias y sueños que merecen respeto.

En Alboan acompañamos a mujeres, jóvenes y niñas a lo largo de su proceso migratorio completo (origen, tránsito y destino) y en proyectos que responden a las necesidades de mujeres que han sufrido de violencia en contextos de movilidad forzosa. 

Así que si quieres apoyar nuestro trabajo por el empoderamiento de las mujeres migrantes, refugiadas y desplazadas de todo el mundo; súmate a nuestro programa Mujeres en Marcha. Tu donación es vital para que este proyecto siga funcionando.