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Defender a quienes nos defienden

Las defensoras de la naturaleza indígenas y afrodescendientes padecen discriminaciones y violencias que se superponen.
Defender a quienes nos defienden

Mientras la crisis climática avanza apresuradamente, quienes alzan su voz con valentía para defender nuestros ecosistemas, a menudo enfrentan amenazas letales por parte de quienes buscan explotar recursos naturales sin consideración por el bienestar de las comunidades ni del planeta.

Según datos de Global Witness, sólo en 2023 196 personas fueron asesinadas por defender la tierra, los bosques, el agua y la vida. Y entre 2012 y 2023 más de 2.100 personas defensoras de la naturaleza fueron asesinadas en el mundo. Muchas de ellas eran mujeres.

 

En primera línea


En todos los rincones del planeta, hay quienes se posicionan en la primera línea de la lucha contra la destrucción ambiental. Son ambientalistas, líderes comunitarios y activistas, cuya misión es oponerse a industrias extractivas como la minería, la tala indiscriminada y la agricultura intensiva, y otras como la contaminación y el acaparamiento de tierras. Sin embargo, su compromiso por proteger la biodiversidad y los derechos de las comunidades locales a menudo se traduce en represalias violentas. 
 

Particularmente notorio es el caso de los pueblos indígenas, que son imprescindibles en la lucha contra el cambio climático y, sin embargo, año tras año sufren un número desproporcionado de agresiones.

 

Un desafío doble para las mujeres


En el caso de las mujeres, las formas de discriminación y violencia contra las defensoras se superponen, al sumarse a la discriminación de género, el hecho de ser además indígenas o afrodescendientes. Las mujeres confrontan criminalización como consecuencia de las desigualdades de género y opresiones concretas en función de los territorios en los que desarrollan sus luchas.

Y asimismo ellas enfrentan un desafío doble: la lucha pública para proteger su tierra y su identidad; y la lucha, a menudo invisible, para defender su derecho a manifestarse y participar dentro de sus comunidades y familias.

Como señala nuestra compañera Sara Diego, «buena parte de los conflictos ecosociales están relacionados con la actividad de las empresas transnacionales y sus cadenas de suministro. Y esos impactos producidos por las empresas no son neutrales en términos de género. A menudo agravan desigualdades de género existentes dentro de las estructuras de una comunidad, y crean otras formas de discriminación interrelacionadas con otras identidades, como la etnia, la clase, la edad, el estatus migrante o la localización geográfica».

 

Alza tu voz con las mujeres que defienden nuestra tierra

 

Un ciclo de impunidad y violencia


La impunidad es uno de los principales factores que perpetúan la violencia contra las defensoras de la naturaleza. En muchos casos, los responsables de estos crímenes no enfrentan consecuencias legales, lo que fomenta un clima de miedo y acalla a quienes podrían alzar la voz. Esta situación se ve agravada por la falta de protección adecuada por parte de los gobiernos, que a menudo priorizan los intereses económicos sobre los derechos humanos.

Algunos casos emblemáticos, como el del asesinato de Berta Cáceres en Honduras, han capturado la atención internacional, pero se trata de excepciones en un panorama en el que lo habitual es un manto de silencio e impunidad. Y no olvidemos que la violencia no solo se dirige a las personas, sino que también busca desmantelar los movimientos sociales que luchan por la justicia ambiental.

La violencia contra las mujeres defensoras de la naturaleza es un ataque a la «esencia misma de la vida en nuestro planeta». La lucha por los derechos humanos y la defensa del medio ambiente son inseparables, y «es nuestra responsabilidad colectiva luchar contra la impunidad y apoyar a quienes arriesgan sus vidas por un futuro más sostenible», apunta también nuestra compañera Sara.