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Transición energética, extracción de minerales y formas de vida en el Norte

Minería

La necesidad de iniciar una transición energética a gran escala hacia modelos menos contaminantes queda expresada en la Agenda 2030 y en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), los Acuerdos de París o Pacto Verde Europeo. Este es uno de los temas centrales de la COP26 que se está celebrando estos días.

 

Necesitamos acelerar la transición desde fuentes de combustible fósil (petróleo y gas) hacia tecnologías bajas en emisiones de carbono. No obstante, dichas transiciones impactarán en la explotación de otros bienes naturales de origen mineral. Según el Banco Mundial, “la producción de minerales, tales como el grafito, el litio y el cobalto podría incrementarse un 500% en 2050 para satisfacer la demanda de tecnologías bajas en emisiones. Se estima que se necesitarán cerca de tres mil millones de toneladas de minerales y metales para producir la energía eólica, solar y geotérmica necesaria para lograr un futuro por debajo de los 2ºC” (Banco Mundial, 2020).

 

Los debates en torno a la Agenda Global de la Acción por el Clima se suelen centran en los objetivos de reducción de emisiones y en los aspectos más técnicos de la transición energética, sin cuestionar las causas culturales y estructurales de la crisis socioambiental, e ignorando los impactos que dichas transiciones tendrán en la demanda de minerales y, por consiguiente, en la gobernanza de los países exportadores de estas materias primas.

 

Un grupo de investigadores del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto han seleccionado una serie de datos que nos ayudan a entender alguna de las complejidades del reto al que nos enfrentamos. 

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