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De patatas y sésamo. Una experiencia de empresa ciudadana

Este artículo de nuestro compañero Octavio Romano fue publicado en la revista Deusto en julio de 2023 

 

- ¿Pero dónde está éste? - me preguntaba mientras intentaba ignorar el aluvión de buscavidas que se arremolinaba a nuestro lado para ofrecernos un taxi, una tarjeta de teléfono o un botellín de agua. Marcos, mi entonces jefe y siempre amigo, impertérrito ante la gravedad de mi gesto, mostraba una vez más su sonrisa eterna: “Vamos a esperar un poco más, se habrá liado con las maletas”.

 

“Las maletas o cualquier cosa”, pensé… La verdad es que en N’Djili todo era posible hace 12 años; jamás conocí un homenaje al despropósito parecido al aeropuerto de Kinshasa. Entre otras cosas que no vienen al caso, aquello era un nido de timadores a los que dejaban entrar hasta el vestíbulo de llegadas, así que ocurrió lo que tenía que ocurrir: a pesar de que dijimos a Roberto que iríamos a buscarle y que nos esperara, dos individuos lo “asaltaron” al salir del vestíbulo y le preguntaron “a quién buscaba”. Él, inocente, cayó en la trampa: “Marcos, de Alboan”. Obviamente ellos le dijeron con agilidad felina: “Ah, Monsieur Marcos ha tenido un problema y nos ha dicho que vengamos a recogerle. Y que usted ya sabe dónde debemos llevarle.” Como pueden imaginar, aquello no terminó bien: el pobre Roberto pagó 200 dólares por una carrera que normalmente no pasa de 30, aunque llegó – tarde pero vivo - al Servico, el albergue situado en la curia de los Jesuitas en la capital congoleña.

Tras ese susto inicial, Roberto aún tuvo que sufrir otros dos episodios traumáticos durante ese viaje: una tarde paseando por el Boulevard 30 Juin dos supuestos agentes de policía “de paisano” le sacaron 30 dólares por no llevar encima no sé qué documento intrascendente (luego supimos que el Boulevard está lleno de rateros y estafadores) y a la vuelta en el aeropuerto tuvo que pagar una mordida de 40 dólares para que le dejaran pasar un par de figuras de artesanía en el equipaje de mano.

 

Todo esto tenía lugar en marzo de 2012, un año después de que Marcos conociera a Roberto Ruiz de Infante, gerente por aquel entonces de Udapa, la mayor cooperativa de productores de patata de Euskadi. Alboan contaba con financiación del ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz para nuestro proyecto productivo en el territorio de Madimba del distrito de la Lukaya, y necesitaba un colectivo de la ciudad que pudiera contribuir al proceso de articulación del campesinado de la zona, hasta entonces atomizado en 80 pequeños “comités locales de desarrollo”, en torno a tres grandes cooperativas. La providencia hizo que Marcos contactara con Roberto en el mismo momento en el que éste acababa de leer El Sueño del Celta, de Mario Vargas Llosa, con lo que se lo encontró “tierno y receptivo” con aquel lejano país desde donde sólo llegaban, a cuentagotas, tristes informaciones sobre la guerra interminable por el dominio de las minas de coltán.

 

Tras aquel bautismo de fuego en su primer viaje a RDC, ni Marcos ni yo dábamos un duro por que Roberto – ni nadie de Udapa – volviera a acompañarnos jamás de vuelta a aquel lugar. Doce años después, Roberto ya está jubilado pero puede contar a sus nietos y nietas que realizó hasta siete misiones a terreno para el fortalecimiento de capacidades de las cooperativas de Kimuisi, Mayinda y Kilenda, en las que ofreció formaciones de todo tipo: metodologías para reforzar la vinculación de los socios a sus respectivas cooperativas; diagnóstico para la creación de una estructura de segundo nivel como punto de encuentro de las tres cooperativas; implementación de sistemas más eficaces de gestión administrativa y de mejora de la producción agraria; armonización de funciones y responsabilidades de las tres cooperativas de base con la estructura de 2º grado (llamada UCOOPAL, Unión de Cooperativas Agrarias de la Lukaya); estudio de viabilidad de un proyecto de transformación para la puesta en valor del cultivo del sésamo; formación sobre gestión y gobernanza en cooperativas; elaboración del plan estratégico del proyecto NUTRIKONGO para la fabricación y venta de galletas de sésamo; etc.

 

En su último viaje, en 2019, Roberto ayudó a concretar detalles para la estrategia comercial, equipamiento y gestión del proyecto NUTRIKONGO. Ya con su retiro a la vuelta de la esquina, entonces le acompañaron Ignacio Juanche y Koldo López de Robles, dos jóvenes valores de Udapa y Paturpat (la unidad de procesados de patata de Udapa), quienes le darían el relevo en el futuro.

 

Ese futuro es ya. El año pasado Koldo acompañó durante dos semanas a dos estudiantes del Máster de Calidad y Seguridad de la UPV en el campus de Vitoria, que realizaron un diagnóstico sobre el cumplimiento de normativa sanitaria en la fábrica de NUTRIKONGO, a cuyo nacimiento tanto había contribuido Udapa.

NUTRIKONGO comenzó produciendo 1.400 galletas/día utilizando el sésamo de las familias cooperativistas de la Lukaya. Hoy sobrepasa las 14.000 piezas diarias y además bajo esta misma marca se vende miel y harina de maíz. UCOOPAL es un referente de buena gestión en la región, siendo la única industria agroalimentaria autóctona de la provincia del Kongo Central. En 2011, cuando Roberto leía aquel best-seller de Vargas Llosa, una familia campesina de Kimuisi tenía unos ingresos de 760 dólares anuales (algo así como 63 dólares al mes). Doce años, después esa cifra supera los 2.200 dólares anuales.

 

Gracias Udapa y por cierto… ¡Zorionak por vuestro 30ª aniversario! Por esos 30 años alimentando al mundo desde Araba y por los 12 años alimentando la esperanza en el Congo.