Martín Iriberri SJ: “Nuestro mundo está marcado por graves heridas generadas por estructuras sociales, económicas y de género injustas”
Martín Iriberri Villabona SJ (Pamplona 1969) estudió Derecho en la Universidad de Navarra, obtuvo la titulación en Estudios Eclesiásticos por la Universidad de Deusto y tiene una Maestría en Teología por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Entre 2001 y 2003 participó en procesos de construcción de paz en el contexto del conflicto en Colombia y, a su regreso, recibió la ordenación sacerdotal en Bilbao. Entre 2006 y 2013 fue impulsor y primer director de la Fundación Ellacuria. Posteriormente dirigió la Asociación Loiolaetxea hasta 2020, al mismo tiempo que ejerció como capellán penitenciario de la cárcel de Martutene, cuyo trabajo fue reconocido con la Medalla de Plata al Mérito Social Penitenciario.
Desde 2021 ha sido el director de la Fundación Alboan y, el pasado mes de septiembre, asumió la dirección general de la Fundación Entreculturas, convirtiéndose en la actualidad en director general de ambas organizaciones que comparten misión, visión y estrategia.
Acabas de ser nombrado nuevo director general de Fundación Alboan y Entreculturas, tras tu trabajo durante los últimos dos años como director de Alboan y culminando el proceso de alineación estratégica de ambas instituciones ¿Es tu nombramiento el paso natural según la estrategia trazada en el Marco Estratégico Común de Cooperación Internacional de Jesuitas España 2020-2025?
Entreculturas y Alboan, dentro de su proceso de integración estratégica, han decidido apoyarse en esta nueva figura de crear una dirección general única para las dos organizaciones. Esta dirección general trabajará codo con codo con dos direcciones ejecutivas - una por institución - y con dos equipos directivos que ayuden a la estrategia compartida y a las estrategias específicas de cada institución.
Esos dos equipos directivos comparten estrategias de cooperación internacional, de ciudadanía global, de apoyo a las redes de justicia global de la Compañía de Jesús, de incidencia o de trabajo social directo con población en riesgo de exclusión en España, junto al resto de entidades sociales jesuitas en el ámbito local. Pero queda mucho todavía por caminar juntas, generar buenas prácticas de mayor impacto y transformación, mayor contacto y diálogo con los otros sectores misionales jesuitas, más espacios de atención y diálogo con la sociedad que nos rodea y con las organizaciones aliadas en el sur global.
Ambas organizaciones comparten razón de ser y trabajan con un mismo fin en su respectiva presencia territorial ¿cuáles son las causas que las unen?
Nos une una causa principal, la búsqueda de un mundo más justo y más equitativo para todas las personas. Nuestra misión se despliega en cinco causas justas que nos unen, no sólo a Alboan y a Entreculturas, sino con muchas otras instituciones y personas comprometidas con la transformación social. Las causas por las que trabajamos nos vinculan a muchos movimientos de ciudadanía global, a las Universidades Jesuitas en España y en muchos otros países, a empresas que llamamos “ciudadanas”, a comunidades educativas, a personas voluntarias, socias y donantes.
Las causas por las que trabajamos se expresan en cinco grandes ámbitos: el acceso universal a una educación transformadora y de calidad; el derecho a la migración y la protección de las personas migrantes y refugiadas a lo largo y ancho de un mundo lleno de fronteras físicas e invisibles que deshumanizan; la justicia socio-ambiental en la que nos jugamos el futuro de nuestra casa común que es nuestro planeta, pero también la posibilidad de vida digna para muchos pueblos; la equidad de género, que es un grito que escuchamos cada vez con más claridad, y la promoción de la participación y el activismo social por esa ciudadanía global.
¿Este paso va a contribuir a dar una respuesta más firme y mejor articulada a las estrategias de cooperación y ciudadanía global?
Después de varios años de recorrido conjunto, y aunque queda todavía mucho camino por recorrer, tenemos muchas líneas de acción conjuntas, por ejemplo, en el apoyo de nuestras redes hermanas como la Federación internacional de Fe y Alegría o el Servicio Jesuita a Refugiados, o el apoyo a proyectos estratégicos en la defensa de la Amazonía y el cuidado de la casa común, por nombrar algunos ámbitos de estrecha colaboración y de cooperación internacional. En nuestro entorno más cercano, hacemos una clara apuesta por la promoción de una ciudadanía global desde distintas estrategias o impulsando procesos como el Movimiento 4.7 en España o el Proyecto Change en Europa. Y cómo no, el trabajo local con las entidades sociales jesuitas, a través del trabajo conjunto de con el SJM España y la Red Mimbre.
Nuestras líneas de trabajo conjuntas suponen fortalecer alianzas, no solo con las entidades del sector social, sino también con entidades universitarias o con redes internacionales, que nos posibilitan ampliar nuestro impacto y nuestro trabajo por la justicia social.
¿Han cambiado los principales retos a los que se enfrenta el planeta en la actualidad? ¿Y los de la cooperación internacional?
Entreculturas y Alboan nacieron hace más de 25 años, y efectivamente los retos en la construcción de una justicia social global han cambiado mucho. Nuestro mundo experimenta hoy una profunda y acelerada transformación. Nunca antes la humanidad había alcanzado los actuales niveles de prosperidad y bienestar y, sin embargo, nuestro mundo está atravesado por graves heridas generadas por estructuras sociales, económicas y de género injustas.
A la hora de realizar un diagnóstico sobre la realidad, nos encontramos muchas heridas causadas por un modelo de desarrollo insostenible que genera desigualdad y exclusión. Un modelo que expulsa a millones de personas de sus lugares de origen por la pobreza, el cambio climático o situaciones de conflicto y crisis prolongadas que recrudecen las situaciones de pobreza y marginación que se viven en muchos lugares del mundo.
Como entidades de cooperación internacional, contemplamos el mundo con sus dificultades, pero también distinguimos no pocas semillas de esperanza en ese mundo herido. Semillas que encontramos como novedad en todos los contextos que trabajamos y que tienen que ver con el surgimiento de movimientos de ciudadanía global crítica y responsable, con la centralidad del derecho a la educación de calidad como elemento de palanca de transformación social, el compromiso de muchos grupos sociales por defender la justicia o las débiles democracias o la creciente conciencia hacia la igualdad de género. Encontramos a mucha gente comprometida con el cambio social con la que sumamos nuestros esfuerzos y con la que trabajamos por construir comunidades de solidaridad.
¿Cuáles son los principales desafíos que tienen por delante la Fundación Alboan y Entreculturas en su misión conjunta?
Quizá podríamos resumir esos desafíos pensando en dos dimensiones: hacia lo hondo - o hacia dentro- y hacia nuestro trabajo de servicio a los distintos grupos con los que trabajamos.
Hacia dentro, queremos constituirnos como comunidades de solidaridad que den cuenta que este mundo es transformable, eso pasa por acompañar y cuidar a las personas de nuestros equipos, voluntarias o contratadas, que son quienes sostienen y hacen posible la respuesta a los desafíos y el despliegue de la misión. Hacia dentro, también queremos buscar una mayor coherencia en nuestro hacer, ganar en profundidad y hondura en nuestro trabajo. También escuchamos la llamada a innovar, a desplegar la creatividad en las fronteras en las que estamos, cediendo protagonismo y aprendiendo mucho de otras y otros.
Hacia fuera, queremos sostener la esperanza y seguir poniendo en el centro a las personas excluidas y vulnerables que habitan en las fronteras. Nos gustaría, además, que herramientas ignacianas como el discernimiento o la mirada contemplativa de la realidad nos marcaran y nos movieran personal e institucionalmente, desde donde broten nuestras estrategias grandes y pequeñas desde la mayor participación posible, y desde la transparencia y lealtad más absoluta a nuestra misión, a las personas socias y donantes, a las administraciones públicas, a la Compañía de Jesús con sus preferencias y misiones, y a toda la sociedad.
¿Cuál va a ser la estrategia operativa para hacer frente a estos retos de una manera unificada?
En nuestro Marco Estratégico Común, a esta estrategia la llamamos modelo de intervención o proceso de misión y empieza siempre en el acompañamiento. No podemos avanzar hacia la prestación de servicios, la sensibilización social, el estudio y la investigación de las causas que generan las injusticias o la incidencia política para el cambio y la transformación si no hay una experiencia inicial de acompañamiento, de encuentro y reconocimiento con las personas y comunidades. Son ellas, las personas protagonistas de las causas justas, las personas que habitan en las fronteras de injusticia de nuestro mundo, las que nos marcan el camino de los servicios que les tenemos que prestar, de la sensibilización, de la denuncia de los límites inhumanos de nuestro mundo. Esas personas nos muestran que otro mundo es necesario y que ya lo están haciendo posible, gracias a su esfuerzo y compromiso.
En cuanto al derecho universal a tener una educación de calidad, causa en la que la misión jesuita a través de organizaciones como Fe y Alegría tiene un bagaje relevante, ¿han observado avances con respecto al final del siglo pasado? ¿Qué queda todavía por hacer?
Los avances en esta causa justa tradicional de la Compañía de Jesús a través del Movimiento Fe y Alegría ha sido casi copernicano: de prestar servicios educativos allí donde las administraciones públicas o la sociedad organizada no llegaba, a exigir que se respete y se promueva el derecho a una educación de calidad. Hemos avanzado en exigir que ese derecho se respete desde las especificidades de este nuevo siglo XXI, como son la coeducación, la educación para la convivencia en diversidad y para la participación social activa, la educación en emergencias y la educación medioambiental.
Otra de las causas principales que moviliza a Alboan y Entreculturas es lograr una vida digna para las personas migrantes y refugiadas ¿Qué acciones se abordan en este sentido? ¿Desde qué enfoque?
La gran intuición del Padre Arrupe fue animarnos para ser capaces de responder con agilidad, rapidez y cercanía afectiva y efectiva a las diferentes crisis en las que la movilidad humana se presenta, desde los campos de refugiados hasta los flujos de personas refugiadas, desplazadas forzadas o migrantes climáticos, entre otros. Esto está suponiendo hablar del control de las fronteras con enfoque de derechos humanos, o hablar de acogida y hospitalidad en las sociedades receptoras como la nuestra. Aprendemos mucho de la mano del Servicio Jesuita a Refugiados en muchas regiones de África, Latinoamérica y Asia. También colaboramos con el JRS Europa y, especialmente en España, trabajamos codo con codo con el Servicio Jesuita a Migrantes en muchas de nuestras delegaciones y sedes.
La realidad actual muestra que el vigente modo de generar prosperidad económica provoca desigualdad y deteriora el medioambiente ¿Estamos equivocados en nuestro modelo de producción, consumo y en nuestros estilos de vida?
Es un modelo económico que ha generado mucha prosperidad pero también mucha desigualdad y exclusión alrededor del mundo. Estamos equivocados si creemos que esta es la única vía de construir un mundo mejor. Se trata de asumir una espiritualidad del cuidado de nuestra casa común que es nuestro planeta y, muy especialmente, de las víctimas que la explotación ilimitada de recursos a favor de unos pocos está generando. Como dice el Papa Francisco en Laudato Si, hemos aprendido que no hay dos crisis, una socioeconómica y otra ambiental, sino que hay una sola crisis socioambiental que genera víctimas y nos pone al borde de lo que la comunidad científica llama los “límites planetarios”. Muchos de los pueblos y comunidades con los que trabajamos en distintos países, desde su sencillez y su cosmovisión, nos han ayudado mucho estos últimos años a entender esa relación diferente con la naturaleza y encarnarla en nuestras organizaciones y en nuestros propios estilos de vida.
¿Qué es necesario para lograr esa transformación social que tanto se repite en su discurso?
Se repite en nuestra misión y en los gritos y desvelos de las personas y organizaciones que acompañamos en el sur global y que nos acompañan en este camino. Es esa llamada a construir una sociedad más justa y equitativa, y esa transformación pasa por la construcción de una Ciudadanía Global, a la que le hemos llamado de diferentes maneras desde que tomamos conciencia de ello, ya en los primeros pasos de nuestras organizaciones. Lo llamamos en algún momento participa-acción, lo hemos nombrado como participación para la movilización social, pero nos queremos referir a esa suma de voluntades que ponen en el centro la defensa de los derechos humanos, especialmente de las personas más vulnerables, y que se organizan y velan por el bien común. Ese sueño de construir (y construirnos) ciudadanos del mundo está en el centro de nuestra teoría de cambio, e incluso a veces la llamamos “cuidadanía” por las dimensiones de cuidados que estamos descubriendo ahora en su ejercicio.
Tanto en el trabajo de Alboan como de Entreculturas, y de forma transversal, se contempla la equidad de género como requisito necesario para lograr la igualdad, el desarrollo y la paz…
Es cierto, la equidad o justicia de género. Cada vez somos más conscientes de que la exclusión se apodera de todo cuando el machismo, el clasismo, el racismo, etc. son capaces de sostener los privilegios. Y la equidad de género es una de esas batallas donde además estamos pudiendo encontrarnos, como en la causa de la ecología, con actores y grupos sociales diferentes. El feminismo nos ha enseñado a contrastar nuestras actitudes personales e institucionales y a generar una agenda social y política que bien puede servir para avanzar en la denuncia de otras desigualdades y privilegios. Y además, desde el ámbito del desarrollo hemos comprobado, hace ya mucho tiempo, que son las mujeres y su acceso a la educación, a los medios de vida y la participación social, la mayor tracción de desarrollo de las comunidades.