Pasar al contenido principal

Donde nos lleve el agua

Un reportaje de Octavio, técnico de proyectos productivos en África
El Chad: entre la política y la lucha por el agua

El Chad nos ofrece en la actualidad un escenario político especialmente complejo. En el referéndum que se celebró el 17 de diciembre para dilucidar si se mantenía la forma del estado (papeleta del «OUI»), actualmente unitario y presidencialista, o se pasaba a una república federal (papeleta del «NON»), ganó el «OUI» de calle.

Una república federal que otorgaría una amplia autonomía a cada una de las provincias del país, no conviene a la Junta Militar de Transición, liderada por Mahamat Deby, hijo de Idriss Deby, dictador del país durante treinta años y muerto dos años atrás en extrañísimas circunstancias en un incidente con una de las guerrillas que operan en el norte del país. Muchos lo califican como «un golpe de estado de manual» acordado entre el hijo y las voces críticas del régimen de Idriss, patrocinado en la sombra por nuestros irreductibles vecinos del otro lado del Bidasoa y que contó con diversos aliados internacionales.

El federalismo traería consigo el fin de muchas de las prebendas que la clase política chadiana utiliza para llevar adelante sus actividades poco transparentes con los hombres del petróleo, los acaparadores de tierras para la extracción del oro en el centro del país o para el cultivo del algodón y el arroz de cara a la exportación, o simplemente se les acabaría el chollo de hacer lo que les viene en gana con los fondos públicos, con poca transparencia y sin dejar de pagar deudas a multinacionales extractivistas que han tenido ahogada a la población del país en los últimos años.

Lo preocupante es que este referéndum puede ser el ensayo perfecto para cometer otra tropelía y provocar un gran conflicto social dentro de un año, cuando se celebren las elecciones presidenciales. El pueblo clama por el cambio, que pasa por echar a los Deby y su clan del poder. Pero, si en diciembre los resultados vuelven a ser irreales, se puede esperar de todo, y nada bueno.

Nada de esto nos es ajeno, ni nuevo, por lo que en absoluto nos desanima para seguir trabajando en este país y disfrutar de sus gentes, por muy lejos que estén. La carretera que une los 420 kilómetros que separan N’Djamena y Gounou-Gaya se sitúa entre el Logone y el Chari, los dos grandes ríos que se abrazan antes de llegar a la capital para desembocar, unos pocos kilómetros más al norte en el diezmado lago Chad. Desde nuestra climatizada atalaya todoterreno nos abrimos paso entre los agujeros inmisericordes del penoso asfalto low cost aportado por la cooperación china. Desde aquí podemos encontrar inmensos arrozales cuyos diques hacen frontera con Camerún, grandes campos de maíz y algodón que se intercalan con pequeños poblados que viven de la horticultura como medio de subsistencia.

 

El derecho al agua en el Chad

 

El derecho al agua

Esto no puede entenderse sin el agua… Y es que pudiera parecer que el Chad, un país fronterizo entre otros con Libia o Sudán, a caballo entre el desierto del Sáhara y el centro de África, es un territorio yermo, dañado por un sol excesivo y sequías pertinaces que hacen de su suelo un elemento estéril donde pocas cosas son capaces de germinar y crecer. Pues nada más lejos de la realidad. Es posible que el Chad sea el país del continente –si no lo es del mundo– con las mayores reservas subterráneas de agua. Cientos de estudios y cartografías del subsuelo realizadas en las últimas décadas, prueban que la práctica totalidad del territorio chadiano se asienta sobre una maraña de incontables acuíferos y bolsas de agua subterráneas.

Ahora vienen las malas noticias: a pesar de la disponibilidad de agua a espuertas, se estima que en el agro chadiano tan solo el 32 % de la población tiene acceso al agua potable y apenas el 3 % tiene acceso a una red de saneamiento básico. Además, solo el 0,3 % de los hogares cuenta con un punto de agua corriente donde poderse lavar las manos. Las enfermedades directamente relacionadas con la falta de acceso al agua y a las malas condiciones de higiene y de saneamiento son responsables de la terrible cifra de 19.000 muertes al año. La diarrea u otras infecciones intestinales causan alrededor del 50 % de los casos de malnutrición, sobre todo en menores.

Son cifras que no nos dejan indiferentes. El estado ni está ni se le espera en amplias zonas del país desde hace ya demasiado. Así que desde hace ya un tiempo buscamos a gente local que se preocupa por pensar en cómo se puede mejorar el sector del agua y el saneamiento en los aislados poblados de la región del Mayo Kebbi. La tarea es ingente: sondear pozos, construir y acondicionar fuentes y puntos de agua, formar Comités de Gestión del Agua y Comités de Higiene y Saneamiento, organizar brigadas vecinales de limpieza, dar formaciones en gestión de residuos, acompañar a la sociedad civil en sus reivindicaciones ante el gobierno local, etc. Hasta ahora, con el apoyo de estas organizaciones locales, hemos logrado impactos positivos, pero hay aún grandes desafíos por delante.

 

 

Los retos por delante

Por un lado, los colectivos apoyados (comités y redes) reclaman más formación técnica en gestión de residuos, resolución de conflictos sobre el uso de los puntos de agua y administración de grupos, además de medios materiales para las brigadas de limpieza (guantes, botas, mascarillas, buzos) o apoyos para poder desplazarse a otros barrios o poblados.

Además, se necesita una sociedad civil fuerte y cohesionada que realice incidencia ante las autoridades para que éstas asuman sus compromisos que para el sector firmaron en sus Planes de Desarrollo Local, no existe ninguna estructura oficial de recogida de residuos y es obligada la presencia de las redes ciudadanas (principalmente de mujeres) en los marcos de concertación con las autoridades para canalizar el clamor de la gente por disponer de agua potable y un sistema de saneamiento digno.

Todo esto se está haciendo en un país que ocupa el puesto 190 de 191 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que publica cada año Naciones Unidas, con una población que vive desde 1990 bajo la tiranía de una élite que funciona sin escrúpulos bajo la lógica del nepotismo y el clientelismo más vergonzante sobre un territorio que sufre como ningún otro los efectos del cambio climático y que, con todo, da cobijo dentro de sus fronteras a más de un millón de personas refugiadas, huidas de conflictos armados en la República Centroafricana, Nigeria y Sudán.

¿No merece el Chad una oportunidad?