Recuperar las raíces de la tierra
En el contexto del Día Mundial del Agua, que se celebra el 22 de marzo, queremos poner en valor la labor que realiza nuestra aliada CARF en la RD Congo donde proporciona acceso de agua potable a miles de familias que ven sus fuentes acuíferas contaminadas por el efecto de la actividad extractiva.
La extracción de minerales y metales juega un papel central en la economía mundial y es fuente de desarrollo económico en muchos países. La demanda mundial de minerales clave como el litio, el cobre o el cobalto, va en aumento y esta tendencia va a continuar creciendo debido al consumo exacerbado de productos eléctricos y electrónicos (automóviles eléctricos, teléfonos móviles, etc.). A todo ello hay que sumar la denominada transición energética que, al intentar limitar el impacto de la producción, distribución y consumo de energía, está produciendo un enorme incremento en la demanda de determinados minerales.
Pero… ¿Nos hemos parado a pensar en los efectos nocivos que la minería representa para las poblaciones de donde se extraen estos metales? Desde Alboan creemos que es un reto que debemos reconocer y abordar. No solo hablamos de los impactos medioambientales (contaminación del agua, del aire, pérdida de biodiversidad, deforestación y acidificación del suelo), sino también de cómo el tejido social de las comunidades se desgarra ante la llegada de estas grandes empresas mineras. A pesar de que la República Democrática del Congo produce aproximadamente el 74% del cobalto mundial, un 72% de su población vive en la extrema pobreza, con menos de 1,90 dólares al día, por lo que buena parte de la población juvenil, mujeres y niñas y niños, se ven obligados a dedicarse a la minería artesanales, en condiciones difíciles e inseguras, y a menudo de manera ilegal.
Alternativas de vida sostenibles frente a la minería
El pasado mes de enero, viajamos a RDC para visitar de la mano del Centro Arrupe para la Investigación y la Capacitación (CARF), las zonas donde operan estas grandes empresas mineras y poder conocer de primera mano cómo las comunidades más vulnerables viven este boom minero. Visitamos el pueblo de Lwisha, una pequeña localidad que vive rodeada de 3 grandes minas de capital chino, y que desde hace tiempo ve como sus fuentes de agua potable y sus ríos se contaminan, sus suelos pierden la fertilidad, y cada vez se registran más casos de abortos espontáneos, enfermedades de la piel y pulmonares.
De la mano de CARF, y gracias al apoyo del Ayuntamiento de San Sebastián, el Ayuntamiento de Bilbao y el Fondo Local Navarro de Municipios y Consejos (FNMC), apoyamos desde 2020 diversos proyectos que promueven la autonomía financiera de las familias rurales y en especial de las mujeres que abandonan la minería artesana. A través de procesos formativos aprenden técnicas mejoradas de producción y comercialización de cultivos, como alternativa viable al trabajo en las minas de cobre de Lwisha.
El proyecto plantea mejorar la productividad de hortalizas en las parcelas familiares y articular cooperativas campesinas para consolidar y aumentar el movimiento cooperativista y su capacidad de incidencia. Se les acompaña también para que puedan a acceder al mercado mediante la transformación y comercialización de sus productos para mejorar los ingresos familiares y se trabaja además en la promoción de iniciativas de ahorro y crédito de los y las participantes.
Durante nuestra visita nos reunimos con las mujeres y los hombres de algunas de las cooperativas que han ido surgiendo durante estos años: Tujenge, Maendeleo y Tukankamane. En los terrenos cultivan cebollas, cacahuetes, tomates, berenjenas, mandioca y gombó.
Mamá Lucienne, presidenta de la cooperativa de Maendeleo, nos dice que: “Una mañana al venir al huerto, vimos que todo estaba quemado, como si lo hubieran regado con agua muy caliente. Fuimos a hablar con el jefe de nuestro pueblo y nos explicó que uno de los camiones que transporta ácido para las minas, había tenido un accidente y un escape había contaminado todos nuestros huertos. Gracias a las formaciones que hacemos con CARF, hemos conseguido recuperar la fertilidad de la tierra y cultivar productos que luego podemos vender. Además, disfrutamos de una comida más rica y sana, cultivada de manera tradicional, sin pesticidas ni productos químicos”.
Uno de los temas que más preocupan a la población de Lwisha, es la falta de agua potable. La mayoría de las fuentes de agua potable están contaminadas y gran parte de la población consume agua sin tratar con los correspondientes efectos para la salud. Gracias al apoyo de la FNMC, se ha construido una instalación que provee de agua potable a más de 10.000 personas y que ayuda a hacer esta situación más llevadera.