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SJR-Colombia. Caminantes en las fronteras de la exclusión

El Servicio Jesuita a Refugiados-Colombia se encuentra inmerso en un momento institucional lleno de desafíos motivados en gran medida por la situación socio política que vive Colombia.  El país se encuentra en un momento de transición política interesante que plantea retos al JRS.

 

Nueva configuración de política social y de las relaciones diplomáticas en Colombia

 

La llegada de Gustavo Petro al gobierno en mayo de 2022 representa una apuesta por un gobierno social y  de derechos que llena de esperanza a buena parte de la sociedad colombiana cansada tras décadas de conflicto armado. Pero el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela ha supuesto la apertura oficial de las fronteras, que en teoría se han convertido en lugares más seguros. Pero la realidad es que gran parte de la población en tránsito continúa utilizando puntos irregulares fronterizos, ya que los accesos a oficiales continúan controlados por grupos armados que promueven el uso de los pasos ilegales existentes a ambos lados de la frontera colombo-venezolana. De igual manera a pesar de la situación de emergencia humanitaria que se vive en la vecina Venezuela, la comprensión del gobierno frente a los flujos migratorios, hacen que no se consideren ya migraciones forzadas, sino económicas.

 

Otro elemento que influye en el día a día del JRS es el incremento del conflicto y la violencia en Colombia, especialmente en el último año y medio. Grupos armados sustentados por actividades económicas ilegales, como el narcotráfico, amenazan y fuerzan a la población a abandonar sus hogares en rutas de desplazamiento, incluso el interior de los municipios, ya que en las ciudades existen fronteras invisibles. Esta situación es más manifiesta en el Pacífico, en la zona de Buenaventura, en el Valle del Cauca y en el departamento de Nariño. Tras los Acuerdos de Paz, las FARC abandonaron su actividad y los grupos armados comenzaron una disputa territorial que obligan a la población a confinarse por cuestiones de seguridad. Se trata de grupos que no buscan poder político, sino poder económico y territorial y la ciudadanía vuelve a ser víctima del terror y la violencia una vez más. En medio de esta delicada situación existe población migrada extranjera con necesidad de protección internacional, principalmente procedente de Venezuela, pero también población colombiana que ha retornado a  su país, y que ahora se ven envueltas en una situación de doble desprotección, ya que corren riesgo de acabar en una red de trata de personas y se da mucha violencia de género. En este sentido es muy importante denunciar el riesgo que sufren las mujeres, las mujeres gestantes y la infancia con el conflicto, pero sin olvidar a los hombres jóvenes, por el riesgo de reclutamiento forzado a los grupos armados.

 

Daniel Cuevas, coordinador de programas del JRS-Colombia: “El acompañamiento, el codo con codo, es lo que nos permite encontrarnos con la dignidad humana, con la reconciliación y con la hospitalidad”

¿Cuáles dirías que son las prioridades que el gobierno debe atender para asegurar la convivencia pacífica y la seguridad de la ciudadanía?

Es urgente restablecer las conversaciones y las garantías para el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, que en los últimos 4 años se han roto por completo. La Paz Total, es la estrategia para asegurar la paz en Colombia y el gobierno debe negociar tanto con el ELN (Ejército de Liberación nacional), como con los cerca de 25 grupos armados ilegales existentes. Es un desafío enorme, pero es importante afrontarlo, aunque llevará décadas.

Por otra parte, el cuidado del medioambiente y de la Amazonía colombiana es inaplazable. Petro, estuvo en octubre de 2022 Naciones Unidas y su discurso giró en torno a la importancia de la Amazonía.

 

Y en cuanto al JRS-Colombia, ¿qué retos os supone la situación actual?

El JRS vive un momento institucional que comenzó hace dos años. Las rutas y flujos migratorios nos obligaron a crecer (casi un 300%) para atender las emergencias humanitarias, y eso ha implicado la necesidad de de repensar el equipo, cargos y organigrama. EL JRS son las personas y en ese momento puede decirse que estamos “reinventando el JRS”, reinventado nuestra forma de proceder, nuestra misión, teniendo en cuenta el llamado de las personas, del contexto y de la institución.

El principal desafío es que debemos discernir nuestra posición frente a las estrategias de la acción humanitaria sin perder de vista nuestra identidad. Dadas las circunstancias sería muy fácil trasladarnos a una lógica más asistencialista, que a la larga nos acabe alejando de nuestra esencia que es el acompañamiento. Porque el codo con codo es lo que nos permite encontrarnos con la dignidad humana, con la reconciliación y con la hospitalidad en los territorios.

En Alboan acompañamos el programa de Voluntariado Internacional Pedro Arrupe, VOLPA. ¿Qué dirías que aporta este tipo de experiencias a las personas participantes y las organizaciones de acogida, como el JRS?

El primer aporte es indudablemente para la persona voluntaria. Participar en este tipo de experiencias supone reflexionar de manera profunda sobre su lugar en el mundo y sobre la responsabilidad política y ética en su desarrollo humano y profesional. Hay un aporte que consiste en romper las fronteras que construyen los Estado-Nación y sobre todo la percepción del desarrollo y deslegitimar el discurso que nos habla de “países tercermundistas”. Es decir, es una vía para romper el eurocentrismo. Pero además la persona voluntaria se convierte por así decirlo en “embajadora del cuidado” porque logra cuidarse y cuidar a las comunidades. El cuidado del otro es el primer vestigio de civilización humana, y creo que las voluntarias y voluntarios promueven la civilización humana desde el cuidado.

Otro desafío del JRS-Colombia, y como organización social de la Compañía de Jesús, es comprender el cuidado y una perspectiva de género mucho más transversal. Tenemos que poder deconstruirnos y construirnos desde una perspectiva de género y entendiendo que al interior de la Compañía  y las obras, las personas laicas hemos hecho una apuesta de vida, de sacrificio, pero que seguimos teniendo nuestras vidas cotidianas.