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Dar voz al sufrimiento de las mujeres durante las rutas migratorias

Mujeres migrantes en Nador

Sabina Barone. Programa Mieza-ALBOAN

 “Dans la route, il y a la souffrance…”, “por el camino hay sufrimiento…”. Así repiten constantemente las mujeres migrantes en cada encuentro y charla que he tenido con ellas a lo largo de las dos semanas de viaje por el norte de Marruecos en el que participado en septiembre de 2017. Procedentes de varios países de África subsahariana, han llegado a Marruecos a través de diferentes rutas plagadas de peligros. Se encuentran agotadas, a menudo traumatizadas por la violencia padecida o de la cual han sido testigo. Mientras buscan sobrevivir en el día a día, en su interior les embiste la duda de si lograrán seguir el camino y llegar a Europa o si será mejor quedarse y elegir Marruecos como país de destino.

En este contexto inicia la puesta en marcha del Programa Mieza-ALBOAN para el empoderamiento de las mujeres y niñas africanas que sufren violencia en situación de refugio y desplazamiento. Se trata de un programa cuatrienal que se propone abordar cómo las mujeres y a las niñas son afectadas por las dinámicas de violencia asociadas a la movilidad humana (desplazamiento interno, refugio y migración) con el objetivo de favorecer su restablecimiento, autonomía y bienestar. A tal fin, de septiembre de 2017 hasta junio de 2018 se llevará a cabo una primera fase de investigación para que sean las mismas mujeres y las niñas víctimas de violencia que expresen sus necesidades, deseos y aspiraciones. Se prevé realizar viajes a diferentes países africanos (Angola, Camerún, Etiopía, Kenia, Marruecos, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Sur África) para encontrarlas y para profundizar el conocimiento del trabajo que la Delegación de Migraciones de la Diócesis de Tánger (Marruecos), el Servicio Jesuita a Refugiados y otros socios locales de ALBOAN desempeñan en su favor.

Gracias al generoso acompañamiento de los equipos locales de la Delegación de Migraciones en Tánger, Tetuán y Nador, el equipo de ALBOAN, compuesto por Mateo Aguirre Sj. y Sabina Barone, ha podido dialogar con varias mujeres migrantes. En sus relatos la palabra sufrimiento aparece reiteradamente, casi como un mantra. A veces es empleada para evitar describir detalles de situaciones demasiado dolorosas, otras veces es invocada para darse ánimos. Muy a menudo se convierte en un código cuyo verdadero sentido es captado sólo por las personas que han hecho la ruta y han pasado por los mismos infiernos. Poco a poco, la conversación deja entrever las circunstancias específicas de violencia que están detrás de esta palabra y cada mujer tiene una historia diferente que contar. Juntos, estos relatos componen un cuadro desgarrador de violencia. Las extorsiones de los trasportistas, las redes de explotación sexual o las agresiones de parte de funcionarios públicos, sobre todo al cruzar las fronteras, marcan la experiencia migratoria de las mujeres entrevistadas. Algunas conocieron la cárcel y los chantajes de los policías locales, otras tuvieron que interrumpir su avance para mendigar o prostituirse y ganar dinero para costear el siguiente tramo de su trayecto. Hay quienes pudieron contar con un poco de apoyo de parte de sus connacionales y elegir caminos (relativamente) menos peligrosos, mientras que otras fueron estafadas y acabaron secuestradas por meses.

Condenadas a la ilegalidad por las leyes migratorias restrictivas del Norte Global del mundo, que se ejstán exportando cada vez más a los países del Sud, las mujeres y toda persona migrante están expuestas a cualquier abuso y a la impunidad de sus agresores.  Los relatos recogidos evidencian los efectos perversos de las políticas migratorias actuales que penalizan además a personas y a poblaciones ya afectadas en sus países de origen por guerras, pobreza, matrimonios forzados, violencia doméstica, entre otro.

Escuchar a las mujeres, encontrar a sus hijos o hijas, ha querido restituirles protagonismo en contra de la deshumanización y permitirles dar voz a las violencias superpuestas que padecen. Esto ha revelado también su capacidad de resistencia, su fuerza y voluntad de seguir adelante, la vitalidad alegre que muchas conservan, su generosidad y ganas de soñar con un futuro mejor para ellas y sus familias. Esa es precisamente la apuesta del Programa Mieza para los próximos cuatro años: empoderar a las mujeres migrantes, refugiadas y desplazadas para que el sufrimiento no tenga la última palabra, y para que encuentren la oportunidad de elegir y construir una vida digna.